lunes, 2 de enero de 2012

Plop, por Rafael Pinedo

Editorial Salto de Página. 154 páginas. 1ª edición de 2003, ésta de 2011.

Cuando la editorial Salto de Página publicó esa novela hace un par de años no me fijé en ella, y lo he hecho un tiempo después gracias a las reseñas de algunos blogs, como Lector Mal-herido y La medicina de Tongoy.
Plop había ganado el Premio de Novela Casa de las Américas en 2002 y se publicó por primera vez en Cuba en 2003. La editorial de ciencia ficción Interzona la publicó en Argentina en 2004, durante un momento en el que aún coleaban los años más duros del corralito y la novela de Rafael Pinedo (Buenos Aires, 1954-2006) pasó desapercibida en su país.
Rafael Pinedo era un licenciado en Informática, que acabó quemando a los 18 años los relatos que había escrito de adolescente y que no volvió a la escritura hasta pasados los 40.

Creo que cuando se acercan las vacaciones de profesor (tanto las de navidades, como las de verano) me empieza a apetecer más leer algo de literatura de género. Plop podría encuadrarse dentro del género de la ciencia ficción apocalíptica, donde también se encontraría algún éxito editorial reciente como La carretera de Cormac McCarthy; pero Plop es anterior a la obra de McCarthy, que se publicó en 2006.
Recordando mis lecturas adolescentes podría nombrar, como antecesora de Plop, la novela La tierra permanece de George R. Stewart publicada en 1949. Pero los tiempos, desde los años 40 ó 50 del siglo XX, han cambiado (y su interpretación del futuro con ellos) y Plop es una novela mucho más contundente y brutal que aquélla.

En Plop algo indeterminado (y que posiblemente tenga que ver con un desastre nuclear) le ha ocurrido al mundo que conocemos y la civilización ha desaparecido. Entre los escombros del nuevo mundo sobreviven pequeños grupos humanos, que van desplazando sus asentamientos en busca de comida, grupos que se mueven por una llanura donde la vegetación casi no existe. En realidad, el escenario parece una burla grotesca  a toda la tradición literaria del gaucho argentino. Así se describe la Pampa en la página 21:

“El suelo siempre es plano. Debajo de la basura siempre es plano.
La Llanura, la llaman. El horizonte está apenas cortado por grandes pilas de escombros y basura.
Dicen los viajeros, que lejos, a más de treinta días de camino, el suelo se levanta y hay partes de piedra y no hay cascotes ni latas.
Pero nadie les cree.
A lo lejos, por donde sale el sol, de noche se ve un resplandor. Todos saben que ahí no pueden acercarse. Dicen los viejos que es todo agua. Pero son cuentos, no existe tanta agua junta. El agua está en el cielo y cae todo el tiempo. Y cuando llega al suelo es barro.
En la Llanura hay diez o doce grupos que dan vueltas. Y gente suelta, nunca más de dos o tres.
A veces los grupos de juntan. A veces gente de uno pasa a otro. A veces algún grupo mata a la mayor parte de los miembros del otro. E integra al resto”.

Como observamos en el párrafo anterior, el lenguaje de Plop es escueto, preciso, organizado en frases muy cortas, donde abundan los puntos y aparte, y los capítulos muy breves. El narrador de Plop no intenta explicar el mundo que describe a un lector actual, sino que parece hacerlo a un habitante del mundo descrito. Para conseguirlo, Pinedo ha tenido que pulir al máximo la información transmitida, y jugar con algunos sobreentendidos: el tiempo, por ejemplo, ha dejado de medirse en años y lo hace en solsticios.
Imagino que Pinedo, para transmitir la idea de verosimilitud que da a su ficción, llevó a cabo un gran trabajo antes de empezar a escribir propiamente los capítulos del libro: tuvo que crear los niveles jerárquicos del grupo humano al que va a acercarnos (y conseguir que el lector actual entienda las palabras con que los designa), y sobre todo tener muy claro cuáles son los tabús que han desaparecido de nuestro mundo y cuales son los que han surgido de sus cenizas, casi todos relacionados con la supervivencia y la transmisión de enfermedades mediante la saliva. Mantener relaciones sexuales en público ha dejado de ser un tabú, por ejemplo, pero dar un beso sí lo es ahora.

En primera instancia lo narrado en un libro como Plop nos acerca a lo que fuimos, al núcleo del hombre primitivo, cuya supervivencia estaba basada en la fuerza y la superstición; pero en realidad el mundo planteado en Plop es más brutal que el del hombre primitivo, ya que éste se enfrentaba a un mundo que podía proveerle de alimentos y el hombre de Plop está inmerso en un mundo donde los alimentos están desapareciendo, donde, para una mujer, quedarse embarazada puede ser un problema para la supervivencia, entendida ya como propia y no la del grupo; un mundo donde ni siquiera hay espacio para la superstición o las explicaciones mágicas de lo real.
Aterra como las personas en Plop son estimadas por su valor de uso, y pueden cambiar de manos solamente para ser usadas (tener sexo con alguien de forma recreativa, a la fuerza o no).

Y en este mundo sin reflexión, puramente descrito por la acción (pero donde la acción recoge un discurso antropológico de ideas), asistimos al ascenso al poder de Plop, un hombre joven adaptado a la nueva era que le ha tocado vivir, y que gracias a su inteligencia amoral irá subiendo puestos en su comunidad.

Me llama la atención que al leer esta novela casi no he tomado notas para hacer la entrada en el blog. La he leído en dos tardes eléctricas (hace ya una o dos semanas, voy con retraso con las reseñas) y su historia terrible se ha ido aposentando en mí, haciéndome ver lo que me rodea (la sociedad en la que vivimos) desde una nueva perspectiva. Y podría pensar, en primera instancia, que Plop impresiona por la brutalidad de lo contado –lo que sería un recurso fácil- pero en realidad impresiona por la poética de la destrucción del mundo (esos ríos contaminados que queman la piel si el agua la toca, me revuelven el recuerdo) y por el retrato contundente que hace de la condición humana, egoísta y hosca, y por la mirada que Rafael Pinedo nos hace posar sobre lo que está dentro de nosotros y no queremos asomarnos a ver.
Un libro original, brutal, incómodo, que hace que uno pase sus páginas horrorizado e hipnotizado.

5 comentarios:

  1. No te pierdas Frío, creo que indaga de una manera más íntima en el proceso sicológico de quien se enfrenta a la desolación que le sobreviene de fuera.

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  2. Yo creo que impresiona porque es creíble. Porque realmente y a pesar del salvajismo de la historia resulta fácil imaginar al ser humano en esa situación. A mí no me dan miedo las películas de fantasmas si no las historias tipo "Funny Games".

    Saludos,

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  3. Hola
    Hombredebarro: tenía apuntado ya Frío. Como quiero leer en 2012 libros más largos, para mantener activo el blog entre medias leeré otros más cortos y Frío va a ser uno de ellos.

    Carlos: sí, resulta fácil imaginar a las personas en esa situación y eso es lo terrible de una historia para nada simple.

    saludos

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  4. Bueno, David, pues tiene buena pinta: lo apunto, vaya.

    Me gustó mucho LA CARRETERA, de MacCarthy. De su lectura recuerdo especialmente que tuve que parar varias veces mientras lo finalizaba porque me faltaba el aire (Juro que el librero lloró). Recuerdo además haber leído esta experiencia en algún blog colega que, mira por donde, perfectamente podría ser el de Carlos, aquí presente.

    Salud.

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  5. Hola:

    A ver si leo yo también el de La carretera. Vi la película, que me impresionó bastante, e imagino que el libro será mejor. También me gustaría leer más libros de McCarthy, del que sólo he leído No es país para viejos.

    saludos

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