miércoles, 9 de septiembre de 2015

El capital, por Karl Marx

Editorial Alianza. 521 páginas. 1ª edición de 1867, ésta es de 2014.
Traducción de Manuel Sacristán
Selección, introducción y notas de César Rendueles

Ya me he acercado a la obra de Adam Smith, Thomas Malthus, David Ricardo y John Stuart Mill, así que si quería seguir ahondando en mi conocimiento de la historia de las ideas económicas debía leer ahora a Karl Marx (Tréveris, Prusia, 1818 – Londres, 1883), el último de los representantes de la escuela clásica del pensamiento económico y su mayor crítico. Es cierto que en algún momento debería leer los Principios de economía política (1848) de John Stuart Mill, texto fundamental para entender los comienzos de la socialdemocracia europea.

Cuando fui, hace ya más de un año, a Ecobook, la librería del Economista de Conde Duque, tuve en mis manos una nueva edición de El capital que ha publicado la editorial Akal, hace no demasiado tiempo. Una edición con una cajita para guardar los nueve volúmenes de la obra. Estuve hojeando alguno de ellos y me pareció que estaba muy bien editado, con una letra de un tamaño bastante atractivo.
En la Feria del Libro de Madrid de 2015 también visité la caseta de Ecobook y otra vez tuve en mis manos la edición de El capital de Akal, pero ya me había fijado en la reedición que había hecho Alianza de una antología de este libro formada por unas 500 páginas. Quería leer El capital, pero me abrumaba su excesivo número de páginas y acabé pensando que sería mejor comprar la versión extractada de Alianza y tal vez, si me volvía a apetecer, enfrentarme en algún momento futuro a la versión completa.

Introducción:
César Rendueles (Gerona, 1975) -sociólogo, ensayista y profesor universitario- ha sido el encargado de seleccionar las páginas más representativas de El capital para esta edición de Alianza. Su prólogo abarca unas 50 páginas, y comienza con la siguiente frase: “Ningún autor en la historia de las ideas ha tenido una influencia política tan explosiva e inmediata como Karl Marx (1818 – 1883)”. En la página dos de su comentario hace una reflexión que me parece interesante destacar: “”Resulta absurda la idea de que Marx –un pensador riguroso y jaranero, comprometido y bohemio, de erudición enciclopédica y pronunciada sensibilidad artística- guarde la más remota relación con el medio ambiente intelectual oficial de lo que se dio en llamar «socialismo real», una excrecencia cultural freudianamente siniestra desde su nacimiento.” (pág. 14).
“Karl Marx es uno de los fundadores de las ciencias sociales pero, además, es un autor crucial para entender la modernidad.” (pág. 14)
Rendueles comenta que El capital es la obra de toda una vida y que ni siquiera está claro qué escritos lo componen. “Desde muy joven (Marx) adoleció de una incapacidad manifiesta para evaluar el tiempo y la dedicación que merecían ciertos temas.” (pág. 23).
“Marx proyectó El capital en cuatro libros, de los cuales sólo editó y revisó exhaustivamente el primero. Es más que discutible si hubiera aceptado las versiones de los Libros II y III en el estado en que Engels decidió que vieran la luz. Las Teorías de la plusvalía, que Kautsky publicó como Libro IV, nunca se incluyeron en las ediciones de El capital y sólo sirven para dar una idea de los materiales de trabajo de Marx. Todo ello hace altamente recomendable focalizar la atención en el Libro I de El capital como la exposición más depurada de la teoría marxista.” (pág. 24)

Libro I.
El proceso de producción del capital
Más de una vez he escuchado que El capital era una obra de difícil comprensión. Normalmente este tipo de comentarios provenían de personas interesadas en la política y la historia que trataban de leer la obra sin entender desde el principio de dónde partían las palabras de Marx. Como economista de la escuela clásica, Marx conversa con Adam Smith y principalmente con David Ricardo. El capital, en esencia, es una crítica a la obra Principios de economía política y tributación de Ricardo (pinchar AQUÍ para leer el comentario que hice de este libro). En el epílogo a la segunda edición –que abre aquí el Libro I- Marx escribe: “Tomemos Inglaterra. Su economía política clásica cae en el período de lucha de clases no desarrollada. Su última gran representante, Ricardo, hace final y conscientemente de la contraposición de los intereses de clase, del salario del trabajo y el beneficio, del beneficio y la renta de la tierra, el centro vivo de sus investigaciones, concibiendo ingenuamente esa contraposición como ley natural social. Pero con eso la ciencia burguesa de la economía llegaba a su límite insuperable.” (pág. 62-63).

El capital comienza entrando de lleno en una discusión clásica de la historia economía: la teoría del valor, ya enunciada por Adam Smith y corregida después por David Ricardo. Marx se muestra más de acuerdo (en principio) con Ricardo.
Escribe Marx: “La utilidad de una cosa la convierte en valor de uso.” (pág. 72)
“El valor de cambio aparece por de pronto como la razón cuantitativa, la proporción en la cual se cambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra clase, relación que cambia constantemente con el tiempo y el lugar.” (pág. 72-73).
La clave está aquí: “El valor de uso, un bien, no tiene valor sino porque en él se objetiva o materializa trabajo humano abstracto. ¿Cómo medir la magnitud de su valor? Mediante el quantum de «sustancia formadora de valor», el quantum de trabajo contenido en él. Por su parte, la cantidad de trabajo se mide por su duración temporal, y el tiempo de trabajo tiene  a su vez su criterio de medida en determinadas partes del tiempo, como la hora, el día, etc.” (pág. 76). En el párrafo anterior Marx y Ricardo coinciden, pero mientras que para el segundo la prosperidad social se basaba en que los obreros tenían que cobrar siempre salarios al nivel de subsistencia (“Ley de Hierro de los salarios”), y no se hacía ningún planteamiento moral sobre la justicia o injustica de esta situación -sino que se tomaba por una ley natural de la estructura económica de un país dividido entre capitalistas y obreros-, Marx junta el análisis económico de la teoría del valor al análisis histórico y social, dado lugar a su teoría de la plusvalía, centro gravitatorio de la teoría marxista.

La sociedad capitalista produce mercancías a través de la división social de trabajo: “La forma mercancía y la relación de valor de los productos del trabajo en que aquélla se expresa no tienen absolutamente nada que ver con su naturaleza física ni con las relaciones materiales que brotan de ella. Lo que para los hombres asume aquí la forma fantasmagórica de una relación entre cosas es estrictamente la relación social determinada entre los hombres mismos.” (pág. 89)
“La determinación de la magnitud de valor por el tiempo de trabajo es un secreto oculto bajo los movimientos perceptibles de los valores relativos de las mercancías.” (pág. 93)

Marx distingue entre una sociedad clásica (precapitalista) en la que se intercambian unas mercancías por otras mediante el dinero (circuito M – D – M) de las relaciones que se establecen en una sociedad capitalista, en las que el productor capitalista establece un circuito D – M – D (es decir, se invierte Dinero para producir Mercancía, y con ella conseguir más Dinero). El capitalista no produce interesado en el valor de uso de la mercancía que crea sino para conseguir más dinero, y con éste volver a invertir en la empresa para producir bienes que le conduzcan a conseguir más dinero.

Cuando el intercambio es entre mercancías, para aprovechar de ellas su valor de uso, Marx apunta “que los dos sujetos del cambio pueden salir ganando. Ambos enajenan mercancías que les son útiles como valores de uso y reciben mercancías que les son útiles para el uso.” (pág. 110) “La situación no se altera por el hecho de que el dinero aparezca como medio de circulación entre las mercancías y los actos de la compra y de la venta se separen materialmente.” (pág. 111)
En el intercambio de una mercancía por otra no se crea plusvalía: aunque un vendedor engañe al otro y le intercambie su mercancía (con un número de horas contenido en su producción) por un valor mayor del que debería ser, el valor global en el mercado de esas mercancías no ha cambiado (aunque una de las partes se apropie de una proporción del total mayor que la otra).

La plusvalía surge en el circuito D – M – D, bajo las premisas de la sociedad capitalista dividida entre poseedores de los bienes de producción y trabajadores. La alteración no proviene del valor de uso de los bienes: “La alteración, pues, no puede proceder más que de su valor de uso como tal, o sea, de su uso. Para extraer valor del uso de una mercancía, nuestro poseedor de dinero habría de tener la suerte de encontrar dentro de la esfera de la circulación, en el mercado, una mercancía cuyo mismo valor de uso poseyera la peculiar naturaleza de ser fuente de valor, una mercancía cuyo uso real, pues, fuera él mismo objetivación de trabajo y, por lo tanto, creación de valor. Y el poseedor de dinero encuentra en el mercado una tal mercancía específica: la capacidad de trabajo, o fuerza de trabajo.” (pág. 119)
El poseedor de la fuerza de trabajo (el obrero) y el capitalista se encuentran en un mercado de compra y venta, y jurídicamente son, por tanto, personas iguales. Si el obrero vendiese toda su fuerza de trabajo de golpe se transformaría en un esclavo. Como persona, el trabajador debe comportarse respecto a su fuerza de trabajo como respecto a una mercancía propia.
El poseedor de dinero encuentra en el mercado de trabajo una sección especial del mercado de mercancías.
El valor de la fuerza de trabajo se determina por el tiempo de trabajo necesario para la producción.
Marx realiza una estimación de cuántas horas de trabajo necesita un obrero que vende su fuerza laboral en una fábrica para cubrir “sus costes” (es decir, para poder alimentarse, vivir en una casa y poder tener hijos: tiempo de trabajo necesario para cubrir su nivel de subsistencia), al resto lo llama la plusvalía: el plusvalor del trabajador del que se apropia el capitalista, que surge del plustrabajo del obrero por encima de las horas necesarias para cubrir el mantenimiento de su fuerza laboral. En sus ejemplos, Marx estima que este tiempo necesario para cubrir costes es de 6 horas, el resto de la jornada laboral será plusvalía de la que se apropia el capitalista.
“La tasa de plusvalía es, por tanto, la expresión exacta del grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital, del trabajador por el capitalista.” (pág. 157)

Una vez definida la idea de plusvalía, uno de los temas más importantes desarrollados en el Libro I es el de los límites de la jornada de trabajo. El mínimo de la jornada de trabajo es indeterminado, “pero sobre la base del modo de producción capitalista, el trabajo necesario no puede constituir nunca más que una parte de la jornada de trabajo, y la jornada de trabajo no puede, por lo tanto, reducirse jamás a ese mínimo.” (pág. 159)
Marx apunta que los límites de la jornada de trabajo tropiezan con límites morales, algo que en ningún momento llegó a insinuar David Ricardo, al que Marx dedica más de un calificativo poco amable en este libro. Aunque no lo cite explícitamente, en más de un momento Marx llama a los economistas políticos como Ricardo “olifantes” (me encantó leer esta palabra), “teóricos burgueses” o “ideólogos del capitalista”.
El capitalista intentará alargar la jornada laboral del trabajador para valorizar su capital, pero el trabajador tendrá que velar para que no se dé un uso excesivo de su fuerza de trabajo. Al capitalista le interesa alargar las jornadas de trabajo diario para valorizar a corto plazo su capital, pero esto puede suponer un desgaste excesivo sobre el cuerpo del trabajador. Se dan al respecto algunos datos sobre la esperanza de vida de herreros en zonas industriales de Inglaterra en los que Marx muestra como estas cifras han empeorado en las últimas décadas. Un herrero que podría vender su fuerza de trabajo durante treinta años, se encuentra con ella agotada por sobreexplotación a los diez. El trabajador debe administrar su única riqueza, la fuerza de trabajo. Marx hace homenaje en el prólogo y en la parte central del Libro I a los inspectores fabriles que velan porque se cumplan las jornadas de trabajo inglesas ante “el ansia que tiene el capital de chupar desmedidamente la fuerza de trabajo hasta agotarla.” (pág. 165)
Los ejemplos que se dan en las páginas 168-169 sobre explotación infantil son escalofriantes. Hablemos, por ejemplo, de Guillermo Wood, que tenía 7 años y 10 meses cuando empezó a trabajar, que llegaba cada día de la semana a la fábrica a las 6 de la mañana y se iba a las 9 de la noche. Estamos hablando de jornadas de 15 horas diarias (7 días a la semana) para un niño de 7 años. De forma implícita, porque de forma explícita nunca parece haber personas reales en los análisis de David Ricardo, éste parece considerar que el trabajo de Guillermo Wood en una fábrica es algo inherente al capitalismo (e inevitable) y que su aceptación conducirá al “progreso” de la sociedad.
Los datos sobre las expectativas de vida en los distritos ceramistas de Stoke-upon-Trent y Wolstanton parecen también extraídos de un cuento de terror: «Cada generación de trabajadores de la cerámica es más enana y más débil que la anterior», cita Marx en la página 170 al Dr. Boothroyd.
“El capital no pregunta por la duración de la vida de la fuerza de trabajo. Lo único que le interesa es exclusivamente el máximo de fuerza de trabajo que se puede hacer fluir en una jornada de trabajo.” (pág. 175)
“El capital no tiene en cuenta la salud y la duración de la vida del obrero si la sociedad no le obliga a tenerla en cuenta. (…) En líneas generales eso no depende tampoco de la buena o mala voluntad del capitalista individual. La libre competencia impone como ley coercitiva externa, frente al capitalista individual, las leyes inmanentes a la producción capitalista.” (pág. 179-180). En este párrafo podemos ver una crítica directa a esa idea positivista que sobre la competencia tenía Adam Smith; aunque Smith –como ya comenté en su momento- cuando hablaba de los incentivos individuales y definía sus ideas de libre competencia estaba hablando de un mundo ideal de empresas pequeñas donde se respetaban los límites morales del intercambio justo.

“La historia de la regulación de la jornada de trabajo, en algunos modos de producción, y, en otros, la lucha, que aún continúa, por esa regulación prueban tangiblemente que en determinados estadios de madurez de la producción capitalista el trabajador aislado, el trabajador en cuanto vendedor «libre» de su fuerza de trabajo, sucumbe sin resistencia. Por eso la creación de una jornada de trabajo normal es producto de una larga guerra civil, más o menos disimulada, entre la clase de los capitalistas y la clase de los trabajadores.” (pág. 182)

Marx define también el concepto de plusvalía relativa. El tiempo de la jornada de trabajo que ha cubierto el coste de producción para el obrero y del que se adueña el capitalista sería la plusvalía absoluta. Como en casi todos los países europeos la sociedad ha decidido poner límites a la jornada de trabajo, al capitalista no le queda más remedio que invertir en innovaciones técnicas que contribuyan a que el trabajador en la fábrica pueda cubrir antes sus costes de producción y que el resto se convierta, por tanto, en plusvalía para el capitalista. Es decir, que si el Estado impone el límite de la formada laboral en 12 horas, y el trabajador tardaba 6 en cubrir su coste, el cambio tecnológico va a permitir que ahora se cubra ese coste en 4 horas, y que se incremente así la plusvalía (relativa, en este caso), ya que el capitalista no puede legalmente aumentar la jornada por encima de las 12 horas.
Así se define en la página 190: “Llamo plusvalía absoluta a las plusvalía producida mediante la prolongación de la jornada de trabajo; por el contrario, llamo plusvalía relativa a la plusvalía que brota de la abreviación del tiempo de trabajo necesario y la alteración correspondiente de la razón cuantitativa entre los dos elementos de la jornada de trabajo.”
“Cuando un capitalista individual abarata, por ejemplo, camisas mediante el aumento de la fuerza productiva del trabajo, no hay necesitad alguna de que tenga en cuenta la finalidad de rebajar el valor de la fuerza de trabajo y así, por tanto, el tiempo de trabajo necesario.” (pág. 191).
Recuerdo que el economista Carlos Rodríguez Braun comentaba en el prólogo del libro Ensayos sobre algunas cuestiones disputadas en economía política de John Stuart Mill, que la explicación que da éste de la diferencia entre plusvalor absoluto y relativo parece que inspiró a Marx unas décadas después. (Ver AQUÍ mi comentario sobre este libro). Leyendo un párrafo como el último que he trascrito y recordando las palabras que leí de Mill hace unos meses este comentario de Rodríguez Braun parece bastante cierto.

La cooperación ha sido muy importante, apunta Marx, en los comienzos culturales de la humanidad, entre los pueblos cazadores o agricultores. En la Edad Media y en las colonias modernas la cooperación se ha producido en relaciones de dominio y servidumbre, generalmente mediante la esclavitud. “En cambio, la forma capitalista presupone desde el primer momento la existencia del trabajador asalariado libre que vende al capital su fuerza de trabajo. Pero históricamente esta forma capitalista de la cooperación se desarrolla en contraposición con la economía campesina y con el taller artesanal independiente.” (pág. 205). Para Marx las relaciones cooperativas que se establecen en la fábrica capitalista tienen más que ver con el vasallaje de la Edad Media que con el intercambio entre supuestos hombres libres: “La manufactura propiamente dicha no sólo somete al antiguo trabajador independiente a las ordenes y la disciplina del capital, sino que, además, crea una articulación jerárquica de los mismos trabajadores.” (pág. 222)

Los avances tecnológicos pueden tener algunas consecuencias negativas: La máquina permite prescindir de fuerza muscular y así pueden entrar en la fábrica los niños y las mujeres, es decir, todos los miembros de la familia obrera. Este incremento de las personas trabajadoras hace que el trabajo individual pierda valor. Hasta ahora estábamos suponiendo que el trabajador y el capitalista se enfrentaban en el mercado como personas libres; pero al comprar el capitalista la fuerza de trabajo de niños y mujeres ya no está tratando con personas con plena capacidad de derechos, puesto que en la época de la que habla Marx las mujeres (y por supuesto los niños) no pueden votar.

“El código fabril en el que el capital formula de un modo absolutista y jurídico-privado su autocracia sobre sus trabajadores, sin la división de poderes a la que la burguesía es tan aficionada en otros casos y sin el sistema representativo aún más querido por ella, no es más que la caricatura capitalista de la regulación social del proceso de trabajo, regulación que se hace necesaria con la cooperación en gran escala y la aplicación de un medio de trabajo común, y señaladamente de la maquinaria. En el lugar del látigo del esclavista aparece el libro de sanciones del vigilante.” (pág. 240)

“La contradicción entre la división manufacturera del trabajo y la esencia de la gran industria se impone violentamente. Aparece, entre otros lugares, en el hecho terrible de que una gran parte de los niños empleados en las modernas fábrica y manufacturas quedan desde la más tierna edad encadenados a las manipulaciones más simples y son explotados durante años sin aprender ningún trabajo que más tarde los hiciera utilizables aunque sólo fuera en la misma manufactura o fábrica.” (pág. 245-246)

En la página 249 Marx hace una insinuación de que en el futuro podría darse un mundo mejor: “La inevitable conquista del poder político por la clase trabajadora, conquistará también para la instrucción tecnológica, teórica y prácticamente, el lugar que le corresponde en las escuelas obreras.”

Me interesa una idea que aparece en la página 252: “En la esfera de la agricultura es donde la gran industria actúa del modo más revolucionario, en la medida en que aniquila el baluarte de la vieja sociedad, el «campesino», y desliza bajo él el trabajador asalariado. Sobre esto en la página 254 aparece una idea ecológica, algo que leo por primera vez en mi acercamiento a los economistas clásicos y que creo que debe ser destacado: “Todo progreso de la agricultura capitalista es progreso no sólo del arte de depredar al trabajador, sino también y al mismo tiempo del arte de depredar el suelo.”

Llegamos a la sección séptima del Libro I: El proceso de acumulación del capital
“La primera condición de la acumulación es que el capitalista haya conseguido vender sus mercancías y retransformar en capital la mayor parte del dinero así conseguido.” (pág. 264)
“Ninguna sociedad puede producir –o sea, reproducir-constantemente sin retransformar constantemente una parte de su producto en medios de producción o elementos de la nueva producción.” (pág. 266)
“Una parte del plustrabajo anual se tiene que utilizar para producir más medios de producción y de vida, en exceso respecto de la cantidad que se requería para reponer el capital adelantado. Dicho con otras palabras: la plusvalía es convertible en capital exclusivamente porque el plusproducto cuyo valor es ella contiene ya los elementos materiales de un nuevo capital.” (pág. 279)
“Cada año se emplea a más trabajadores que el año anterior, antes o después tiene que llegar el momento en que las necesidades de la acumulación empiecen a crecer por encima de la oferta corriente de trabajo, o sea, en que se produzca aumento de salarios.” (pág. 290). “La elevación del salario no significa, en el mejor de los casos, más que una disminución cuantitativa del trabajo no pagado que ha de prestar el trabajador. Esa disminución no puede proceder hasta el punto en el cual amenazaría al sistema mismo. (pág. 292)
“Al aumentar la masa de riqueza que funciona como capital, amplía la concentración de ese capital en manos de capitalistas individuales. (…) La creciente concentración de los medios de producción sociales en las manos de capitalistas individuales está limitada, si las demás circunstancias no varían, por el grado de crecimiento de la riqueza social.” (pág. 297). Debido a la competencia, los capitalistas pequeños se lanzan a esferas de la producción de las que la gran industria no se ha apoderado todavía, necesitan usar el sistema de crédito, y esto y la competencia acaba con muchos pequeños capitalistas, lo que hace que aumente la centralización del capital, lo que podría conducir al monopolio en algunas industrias.

La centralización y los avances tecnológicos producen siempre una población trabajadora excedente y superflua. A esta población Marx la denomina “ejército industrial de reserva.” “El ejército industria de reserva presiona durante los periodos de estancamiento y de prosperidad media al ejército activo de trabajadores y frena sus reivindicaciones durante el período de sobreproducción y paroxismo. La sobrepoblación relativa es, pues, el fondo sobre el cual se mueve la ley de la demanda y la oferta del trabajo.”

Es interesante el comentario sobre la producción capitalista agraria: en el campo los avances técnicos hacen que sobre más población, que acabará como proletariado urbano. Este nuevo proletariado hace que crezca el generado por la ciudad y así se dé una renovada presión de los salarios a la baja. Cuando más crece el ejército de reserva más se explota a los trabajadores activos y menos salarios se les pagan. “Esta es la ley general, absoluta, de la acumulación capitalista.” (pág. 313) “Todos los métodos de producción de plusvalía son al mismo tiempo métodos de acumulación y, recíprocamente, toda expansión de la acumulación se convierte en medio de desarrollo de aquellos métodos. Se sigue de ella que, en la medida en que se acumula capital, la situación del trabajador tiene que empeorar.” (pág. 314)

En la página 315 nos encontramos con el capítulo vigésimo cuarto, el titulado El secreto de la acumulación originaria, que me ha parecido uno de los más interesantes del libro, ya que une el estudio económico con el histórico, y gracias a páginas como está queda claro porque Marx es uno de los padres de las ciencias sociales. Dice Marx: “Esta acumulación originaria tiene en la economía política aproximadamente el mismo papel que el pecado original en la teología. (…) Se explica el origen del pecado narrándolo como anécdota del pasado. En tiempos remotos hubo, por un lado, una élite aplicada, inteligente y, ante todo, ahorradora, y, por otro, unos golfos haraganes que dilapidaban en juergas todo lo que tenían y más.” (pág. 315)
Hasta ahora, nos dice Marx, los economistas políticos nos han hablando de una sociedad dividida en trabajadores y poseedores de los medios de producción, y nunca se ha explicado cómo se ha llegado a esta situación en la que la mayoría de las personas de una sociedad sólo puede vender su trabajo y sigue siendo siempre igual de pobre y luego existen unos pocos, que poseen los medios de producción, que son cada vez más ricos.
“En la historia real tienen, como es sabido, papel de protagonistas la conquista, el sometimiento, el asesinato, la violencia, dicho brevemente. En la suave economía política dominó desde siempre el idilio. Derecho y «trabajo» fueron desde siempre los únicos medios de enriquecerse.” (pág. 316)
“La estructura económica de la sociedad capitalista ha nacido de la estructura económica de la sociedad feudal.” (pág. 317)
“Los capitalistas industriales, esos nuevos potentados, tuvieron, por su parte, que desplazar no sólo a los maestros artesanos gremiales, sino también a los señores feudales, que se encontraban en posesión de las fuentes de la riqueza. Desde este punto de vista su ascensión se presenta como fruto de una lucha victoriosa contra el poder feudal y sus irritantes privilegios, así como contra los gremios y las trabas que éstos habían puesto al libre desarrollo de la producción y a la libre explotación del ser humano por el ser humano.” (pág. 318)
“El punto de partida del proceso que engendra tanto al trabajador asalariado como al capitalista fue el sometimiento servil del trabajador. El decurso ulterior consistió en un cambio de forma de ese sometimiento, en la conversión de la explotación feudal en explotación capitalista. (…) La expropiación del productor rural, el campesino, de su tierra constituye el fundamento del entero proceso.” (pág. 319)
En el siglo XIV la gran mayoría de la población estaba formada por campesinos libres, que gozaban del aprovechamiento de la tierra comunal. En la Europa feudal la tierra estaba dividida entre el mayor número posible de campesinos vinculados. El poder del señor feudal se basaba en el número de sus súbditos, y esto dependía del número de campesinos económicamente autónomos.
“El prólogo de la transformación que creó el fundamento del modo de producción capitalista ocurre en la última tercera parte del siglo XV y en los primeros decenios del siglo XVI. Una masa de proletarios se ve proscrita y lanzada al mercado de trabajo por obra de la disolución de los séquitos feudales.” (pág. 321). En Inglaterra se usurpó a los campesinos el uso de las tierras comunales. Se dieron dos corrientes que llevaron a esto: el aumento del valor de la lana, que hizo que el suelo agrícola se transformara en zona de pastos; y la Reforma, donde se expropian los bienes de la Iglesia. En los dos casos la tierra se concentra en cada vez menos manos; esto expulsa de sus tierras a los antiguos campesinos vinculados a ellas por sucesión, y sus pequeñas explotaciones se van fundiendo.
Bajo la restauración de los Estuardo los terratenientes impusieron legislativamente una usurpación de la tierra al abolir la constitución feudal. La Revolución Gloriosa llevó al poder a los terratenientes y capitalistas: “Estos inauguraron la nueva era ejerciendo a escala colosal el robo de los dominios estatales, practicado hasta entonces sólo modestamente. Estas tierras se regalaron, se vendieron a precios irrisorios, o incluso fueron anexionadas por propiedades privadas mediante usurpación directa. (…) La propiedad estatal así fraudulentamente apropiada, junto con la arrebatada a la Iglesia (…) constituye el fundamento de los actuales dominios principescos de la oligarquía inglesa. Los capitalistas burgueses favorecieron la operación, entre otras cosas para convertir la tierra en puro artículo mercantil, ampliar la zona de la gran empresa agrícola, aumentar su aprovisionamiento de proletarios proscritos del campo, etc. Además, la nueva aristocracia terrateniente era la aliada natural de la nueva bancocracia.” (pág. 324)
“El progreso del siglo XVIII se revela en el hecho de que ahora la ley misma se convierte en vehículo del robo de la tierra del pueblo.” (pág. 325)
“¿Qué farthing de indemnización recibió jamás el pueblo rural por los 3.511.770 acres de tierra comunal que se le robaron entre 1810 y 1831 y fueron regalados parlamentariamente por los terratenientes a los terratenientes?
El último gran proceso de expropiación de la tierra de los campesinos, por último, es el llamado clearing of estates.” (pág. 330)
“En el siglo XVIII se prohibió al mismo tiempo a los gaélicos, expulsados de la tierra, la emigración, con objeto de meterlos por la fuerza en Glasgow y otras ciudades fabriles.” (pág. 331)
Estos campesinos de repente sin tierras son expulsados del campo y se convertirán en mano de obra barata para la naciente industria manufacturera de las ciudades, pero esta industria no podía absorber a todos los expulsados del campo. Por eso, a partir del siglo XV empieza a haber más vagabundos en Europa. La legislación los trató como criminales “voluntarios” (Esto me recuerda a la idea neoliberal del “paro voluntario”). Resulta ahora interesante volver a releer las ideas sobre las “leyes de pobres” de Adam Smith y David Ricardo, después de acercarse al análisis marxista.
“El «gran partido liberal» permitió a los jueces ingleses –siempre moviendo el rabo al servicio de las clases dominantes- desenterrar las añosas leyes sobre «conspiraciones» y aplicarlas contra las coaliciones obreras.” (pág. 340) “Los trabajadores no tienen derecho a ponerse de acuerdo acerca de sus intereses, a actuar unidos y moderar así su «dependencia absoluta, que es casi esclavitud»; y ello simplemente porque así lesionarían «la libertad de sus ci-devant maîtres (hasta ahora amos) de los actuales empresarios» (¡la libertad de mantener a los obreros en la esclavitud!).” (pág. 341)

El capitalismo industrial también tiene su origen en el colonialismo en América o en África: “Mientras implantaba en Inglaterra la esclavitud de los niños, la industria algodonera provocaba al mismo tiempo la conversión de la economía esclavista de los Estados Unidos, hasta entonces más o menos patriarcal, en un sistema de explotación comercial.” (pág. 345)
En la página 347 aparece una crítica directa a economistas políticos como Ricardo que creo que merece la pena destacar: “En interés de la llamada riqueza nacional busca medios para producir la pobreza popular.” Esto mismo pensé cuando hace unos meses leí Principios de economía política y tributación de Ricardo.

Es interesante también el capítulo 25 en el que se analiza el sistema de las colonias, y principalmente se habla de Estados Unidos: allí al existir tierras que pueden ser tomadas y explotadas es mucho más difícil establecer un sistema fabril capitalista. Se intentó, pero los trabajadores llevados de Europa a Estados Unidos para trabajar en fábricas, las dejan y se van hacia el Oeste pata establecerse como hombres libres. Así que para que en las colonias funcione el sistema capitalista parece que una condición previa ha de ser la de la posesión de la tierra por el poder capitalista.
“La guerra civil norteamericana ha tenido, entre sus consecuencias, una deuda nacional colosal y, con ella, presión fiscal, génesis de la más canallesca aristocracia financiera, regalo de una parte gigantesca de las tierras públicas a sociedades de especuladores para la explotación de ferrocarriles, minas, etc., en resolución, la más rápida centralización del capital.” (pág. 359)

En las conclusiones del Libro I Marx afirma: Lo que ahora hay que expropiar no es ya el trabajador económicamente autónomo, sino el capitalista que explota a muchos trabajadores.” (pág. 362)
“El modo de apropiación capitalista (…) es la primera negación de la propiedad privada individual, basada en el trabajo propio. Esta negación de la negación no restaura la propiedad privada, pero sí la propiedad individual sobre la base de la conquista de la era capitalista: la cooperación y la posesión común de la tierra y de los medios de producción producidos por el trabajo mismo.” (pág. 363)


Libro II
El proceso de circulación del capital
César Rendueles ha seleccionado unas 350 páginas del Libro I de El Capital y unas 60 páginas del Libro II y otras 60 del III.
Lo cierto es que después de acabar con las páginas del Libro I, las del II se me hicieron arduas. En estas 60 páginas, Marx profundiza en una idea expresada con anterioridad, la del ciclo económico D – M – D (Dinero – Mercancía –Dinero). Creo que con la explicación del Libro I tuve suficiente, y lo cierto es que acabé perdiendo el interés en la pedregosa abstracción de estas páginas.


Libro III
El proceso global de la producción capitalista
Por fortuna, mi interés lector tuvo una remontada al empezar las páginas seleccionadas del Libro III.
Retomamos aquí el concepto de plusvalía, analizado ahora junto a la idea de beneficio: “El beneficio del capitalista nace del hecho de que tiene para vender algo que no ha pagado. La plusvalía, o el beneficio, consiste precisamente en el exceso del valor de la mercancía respecto de su precio de coste.” (pág. 437)
La idea importante aquí es que el capitalismo tiende a la acumulación en cada vez menos manos y al crecimiento: cada vez menos personas poseen fábricas más grandes, con una inversión en capital mayor. Si el beneficio para el capitalista proviene de la plusvalía que toma de los trabajadores y éste capital variable es cada vez menor en proporción al crecimiento del capital fijo, lo que ocurrirá es “el paulatino aumento del capital constante respecto del variable tiene que tener necesariamente como resultado una caída gradual de la tasa general de beneficio si se mantiene igual la tasa de plusvalía, el grado de explotación del trabajo por el capital.” (pág. 458)
“La ley de la progresiva caída de la tasa de beneficio o de la disminución relativa del plustrabajo apropiado en comparación con la masa de trabajo objetivado puesta en movimiento por el trabajo vivo no excluye en modo alguno que aumente la masa absoluta del trabajo puesta en movimiento y explotado por el capital social.” (pág. 461)
Cuando más desarrollado está un país en su modo de producción capitalista más se manifiesta en él la existencia de sobrepoblación.
“Caída de la tasa de beneficio y aceleración de la acumulación son sólo dos expresiones diferentes de un mismo proceso en la medida en que ambas expresan el desarrollo de la fuerza productiva. La acumulación, por su parte, acelera la caída de la tasa de beneficio, en la medida en que con ella se da la concentración de los trabajos en gran escala y, consiguientemente, una composición más alta del capital. Por otra parte, la caída de la tasa de beneficio acelera a su vez la concentración del capital y su centralización mediante la expropiación de los capitalistas menores, mediante la expropiación de los capitalistas menores, mediante la expropiación del último resto de productores directos a los cuales quede algo por expropiar. (…) Los economistas que, como Ricardo, consideran que el modo de producción capitalista es el modo de producción absoluto notan en este punto que ese modo de producción se pone a sí mismo una barrera, y atribuyen consiguientemente esa barrera no a la producción, sino a la naturaleza (en la doctrina de la renta de la tierra).” (pág. 470-471)
Aunque lo que normalmente lo que se reprocha a Ricardo es que no se preocupa por los seres humanos, lo que acaba de inquietarle –y no se señala- es que la tasa de beneficios se vea amenazada por el desarrollo de la producción misma.


Conclusión personal
Ahora, tras leer esta antología de El capital de Alianza me doy cuenta de que la mayor fuerza de las ideas de esta obra recaen en el Libro I (plusvalía, jornada laboral, proceso histórico de acumulación del capital…), aunque también sobre el Libro III (reducción de la tasa de beneficios debida a la acumulación de capital).
Karl Marx me ha parecido un economista mucho más moderno que David Ricardo. Como ya comenté en la obra de Ricardo no había ningún comentario sobre las condiciones laborales de las personas; sólo se hablaba de la necesidad de que los salarios de los trabajadores se mantuvieran siempre al nivel de subsistencia. No había ninguna palabra sobre las jornadas de trabajo, la mano de obra infantil o la explotación laboral, tal sólo parecían preocuparle las leyes que trataban de ayudar a los pobres que, según él, deberían ser abolidas porque fomentaban la vagancia. Las ideas de Marx unen a la economía el debate moral, algo que me parece siempre necesario, y hace que sea cuestionable la idea de eficiencia económica promovida por economistas como Ricardo, cuando esta supuesta eficiencia pasa por incrementar la pobreza de una parte cada vez mayor de la población.
En El capital se critican los abusos del sistema fabril de la Europa del siglo XIX y las propias limitaciones del modelo de producción capitalista. No se plantea (al menos en la parte que yo he leído) una sociedad alternativa, salvo esa idea general de expropiar los medios de producción a los capitalista, cuya acumulación de capital original se ha conseguido por medios violentos e injustos.

Frente a la economía aséptica, desangelada e inhumana de Ricardo, los planteamientos éticos de Marx, y su estilo irónico son, sin duda, un soplo de aire fresco en la escuela clásica de pensamiento económico.

3 comentarios:

  1. Absolutamente esencial Marx y "El capital", sobre todo porque su análisis no ha perdido actualidad, si acaso la ha ganado en un mundo en el que neoliberalismo (especialmente tras la caída del bloque soviético, aunque sean procesos relacionados) se está cargando todos los derechos laborales y sociales conquistados (como "vampiros capitalistas", en expresión marxista). Te recomiendo la lectura de "El manifiesto comunista" (igual ya lo has hecho) para completar la visión de Marx. La dialéctica hegeliana de Marx hace que sus planteamientos hagan inevitable un triunfo de la clase trabajadora sobra la burguesía, yo no hablaría de ética, pues es un concepto burgués con el que el autor de "El capital" no estaría de acuerdo. Excelente entrada, David.

    Saludos.

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  2. Hola Gonzalo:
    El manifiesto comunista lo leí en la universidad, hace ya bastante tiempo, debería volver a leerlo. Creo que El capital es una obra más madura y seria que El manifiesto. Tal vez lea manuscritos de economía y filosofía.

    Como dices, desde luego las ideas de Marx en El capital no han perdido nada de vigencia. Sorprende, por el contrario, su vigencia.

    Interesante el apunte sobre la idea de "ética", lo buscaré.

    Saludos

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