martes, 21 de julio de 2009

El lamento de Portnoy, por Philip Roth



La semana pasada leí El lamento de Portnoy, traducida ahora por Ramón Buenaventura para Seix Barral como El mal de Portnoy. El libro se editó en 1969 en EE.UU y en la biblioteca que frecuento existe un ejemplar de la editorial Bruguera de los años 80, con el título antiguo, (con el que más frecuentemente se conoce esta obra en español), pero lo estuve hojeando y la traducción se me hizo más apresurada y espesa que ésta de Buenaventura.
Había estado hojeando en mi casa Zuckerman encadenado, también de Philip Roth y en español editado por Seix Barral y traducido por Buenaventura; este libro lo había leído (y subrayado) hace unos cuatro o cinco años. En él están comprendidas cuatro novelas que atraviesan distintos periodos creativos de su protagonista, Zuckerman, alter ego del propio Roth. Al releer los subrayados de la segunda de las novelas, la que propiamente se titula Zuckerman encadenado, asistimos al momento en el que el escritor Zuckerman alcanza el éxito con una novela, que si no recuerdo mal se llamaba Carnovsky; pero este éxito parece no dejar de traerle problemas, porque todo el mundo identifica al personaje, Carnovsky, con el propio autor, Zuckerman, incluida su familia. En un momento de esta novela la madre de Zuckerman le echa en cara a su hijo que en el centro judío (Roth es judío y su obra ahonda en esta temática) no dejan de hablar de su libro, y que ella le dice a sus amigas lo que él le ha dicho que diga: que la madre de Carnovsky no es ella sino un personaje de ficción. Nadie escribiría algo así si fuese inventado, le contestan.
Resultan interesante en este libro las reflexiones de Zuckerman (Roth) sobre la condición del escritor: en todas las épocas al escritor se le ha planteado el dilema irresoluble de saber que lo que escriba molestará a su familia, amigos, comunidad… y la afirmación de que no se podrá ser escritor sin haber salvado, o ignorado, este problema.

Tenía curiosidad por comprobar hasta que punto Zuckerman era el propio Roth, y leyendo acerca de su biografía, el libro polémico con el que alcanzó el éxito es El lamento de Portnoy, y buscando esta clave lo he leído. Una vez acabada la lectura, resulta bastante evidente que Carnovsky es Portnoy, y en gran medida que Zuckerman es Roth.
Aunque en Patrimonio, un libro en que Roth habla en primera persona de la relación con su padre, enfermo terminal de cáncer, afirma que éste nunca montó en cólera por los escritos de su hijo, sino que siempre le felicitó por ellos, parece que Roth casi siempre usó su propia vida como sustrato creativo.
En El lamento de Portnoy (o El mal de Portnoy) asistimos a un largo monólogo en el que el protagonista se lamenta ante un supuesto psiquiatra de todas las humillaciones de su vida que le han conducido hasta su bloqueada situación actual. Así nos habla Portnoy de su infancia con unos padres excesivamente protectores y que no constituyen para él unos referentes reales que le sirvan para madurar de una forma sana. En seguida Portnoy se obsesiona por el sexo, primero con la masturbación y después por la trasgresión con mujeres goyim (gentiles). De lo que principalmente se lamenta Portnoy es de que su educación culpabilizadora le impide disfrutar de sus transgresiones.
Las páginas dedicadas a la masturbación adolescente son especialmente divertidas, así como la relación desquiciante entre todos sus familiares. El autor, a pesar de que parece hablar de una problemática estrictamente judía, consigue hurgar en el subconsciente colectivo y hacernos sus obsesiones bastante cercanas.
La novela está publicada justo al finalizar la década de los 60, tras los primeros excesos norteamericanos con las drogas y la liberación sexual. Aún así los jóvenes de esta generación, parece decirnos Portnoy, no pueden desprenderse de haber sido educados en los 50, con sus estrictas normas morales (tanto para judíos como para gentiles). Quizás el gran éxito que tuvo la novela radica en parte en ser un resumen de esa época, de ese cambio en la mentalidad de los norteamericanos; y por supuesto, en su indagar en el subconsciente colectivo, como ya apunté antes.
En resumen, una novela que 50 años después de ser publicada no ha perdido un ápice de su frescura y descaro, resultando muy divertida.
Cualquier vecina de la madre de Roth acabaría pensando, seguramente, que la madre de Portnoy es la del autor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario